Escritura creativa: Venus y el amor soñado.

Consigna: Crear un cuento a partir de un recuerdo propio. 

Venus y el amor soñado.

Venus-en-PiscisTenía 17 o 18 años cuando me vi sentada frente a una atrayente estatuilla de la Diosa Venus. Yo, una chica que recién comenzaba a entender y a observar al mundo como quien se asomase a espiar a un pajarillo; era tan dulce y sin rastro de las cicatrices que ahora me caracterizan. Una romántica empedernida que soñaba con ser feliz junto a otra alma sensible que quiera sobrevolar la naturaleza.

Siempre creí en las energías más que en las deidades del otro mundo. Son parte de esas enseñanzas que se aferran a tu corazón puesto a que son los dogmas de tu familia. En fin, entre los integrantes de mi hogar, tenía una tía que adoraba las noches de luna llena. Ella había sido aprendiz de unos viejos Taitas, de donde habría asimilado el arte de evocar a los espíritus para pedirles favores a cambio de ofrendas florales. Por ello, mi familiar estaba muy emocionada por iniciar un ritual que consistía en una ronda de delicados cantos que se extendían hasta el alba. Yo fui una de las pocas invitadas. Claramente, porque ella no quería aventurarse sola.

Transcurrieron unas horas, el sonar de los instrumentos llenaba la nocturna. En el ritual estaba yo, mi mamá y mi tía, las tres frente a una especie de altar que sobre una alfombra muy decorada, cargaba con los bustos del poderoso Zeus con su rayo en alto. De Hera, con su realeza y severidad. Y de otros imponentes como Apolo, Ares, Hades y la emblemática Diosa Atenea, la guerrera rebosante de sabiduría. Todo el panteón figurado. Más, como cosa del destino o las redes del corazón, yo tuve que fijarme en medio de esos cuerpos estáticos, en una estatuilla que parecía moverse casi rimbombante de vida: la imagen de la Venus. Un busto fascinante. Desnuda, sin avergonzarse de nada. Quieta, aunque en medio de la labor de peinar sus cabellos.

La miré fijamente, tanto, que tras el tamborcillo y los coros, me perdí entre sus ojos inanimados. Unos, que al vaivén de lo que iba la magia o quizás, sobretodo de mi imaginación, comenzaron a entrecerrarse con seducción. Sus manos se movían y sus rizados cabellos parecían deslizarse por los aires. Ella bailaba y yo hundida en la concentración y el ensueño, me dejé llevar de Morfeo y me sostuve en la vigilia. Allí, entre la realidad y lo que la gente llama falsedad, me vi peinando mi cabello mientras una canción me iba descifrando los caprichos del romance. Una querella inolvidable que prometía enseñarme a la persona que estaría supuestamente, a mi lado. Es decir, una visión de lo que los inocentes llaman el alma gemela.

Yo peinaba mi cabello, todo a medida que el fantasma recreado de Venus me mostraría a esa persona idónea -esa, repito, que uno espera con ansias a los 18 o 17 años-, prosigo, la imagen de aquel se tejía a mis ojos y sus ojos se descubrían a mi mente. Mi corazón se aceleraba. Su mirada era impactante… No por ser mejor que otras, sino porque era singular, una mezcla entre lo alborozo y la serenidad. Era indescriptible y esto, créanme, me llenó de miedo. Con solo hallar sus ojos no quise saber más. Así, tomé consciencia entre la fantasía y me alejé del cantico que me adormitaba. Venus se desaparecía resentida de mi mente y yo volvía a despertar. Entonces, la imagen de aquellos ojos prometidos se borraron de mi cabeza, pero no de mi corazón; aquel que muy grosero y palpitante, me otorgó fuertes sacudones a todo el cuerpo. Y es que claro !Quién no quisiese saber quién es el amor de su vida!?. Pues muchos sí, y otros rebeldes y tontos, serían como yo.

El ritual terminó y yo fui a mi casa a dormir. Más, esta vez como en otras, ya no soñé con Venus ni con ningún Dios del panteón. Dormí día tras día y poco a poco me olvidaba más de este recuerdo. No sé si el chico elegido ya habrá pasado de largo en mi vida. No sé si quise verlo o ignorando… Tengo ahora otras prioridades. No sé si el volverá. No sé si nos odiaremos al principio o será como una flecha de cupido. No obstante, lo que sé es que cambió mi mundo de vanidad y me hizo saber que la verdadera belleza está en los ojos, ellos sí ocultan la esencia de las almas. Pero bueno… Sí, el ritual terminó y he conocido alrededor de mi vida a algunas personas que aunque no hayan sido definitivamente mis «almas gemelas» han constituido ser unas valiosas lecciones. Pero sabes, te cuento, Aquí entre nosotros… que aunque el miedo abrumó mi pecho, yo, alejando el orgullo y mi frialdad, sigo y seguiré esperando el ansioso reencuentro con esta enigmática mirada que en una noche de luna llena y dentro de un onírico sueño, la Diosa Venus me quiso entregar.

Fin.

#Gagui  #LitedrawArt

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